Poema de ausencia

















 Esta noche he soñado
que venías por la tarde-noche a mi casa
que a la luz de un plan habitualmente definido
ascendías por el rellano que no tengo.
El jardín adolescente se reflejaba en las vitrinas.


Me mirabas con una cara

que a pesar de ser alegre

subyacía en ella una mezcla de emociones

que parecían ser sabedoras

de un conflicto pretérito y costoso.


Yo recuerdo- qué verbo más extraño aquí-

que de mi boca salía algo que no sonaba 

a reclamo, ni deuda ni culpa.

Creo que nuestros nombres

volvían a pronunciarse con iniciales

invocando la celebración

y volviendo a las dinámicas cómodas de antaño

no por viciadas, sino por naturales, cotidianas.


Soñé que ese tiempo era verano

y aunque EL VERANO ya fuese, 

de alguna manera, ya no lo recuerdo

y entierro eso tras mil capas amortiguadas

que queman si las toco o las invoco.


Ahora trato de asomarme a la superficie

y como si tomara una fuente en llamas, 

uso guantes por si acaso.

Y aunque sé que cuando metes algo al horno

se acabó, ya no hay remedio,

yo lanzo esta cosa experiencial

que antes tanto cuestionaba. 


Ahora, el verbo vehicula la ausencia

y extrae el aire que se acumula

como una pajita incrustada en un lugar necesario

tras una pequeña incisión.

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