Poema de ausencia
que a la luz de un plan habitualmente definido
ascendías por el rellano que no tengo.
El jardín adolescente se reflejaba en las vitrinas.
Me mirabas con una cara
que a pesar de ser alegre
subyacía en ella una mezcla de emociones
que parecían ser sabedoras
de un conflicto pretérito y costoso.
Yo recuerdo- qué verbo más extraño aquí-
que de mi boca salía algo que no sonaba
a reclamo, ni deuda ni culpa.
Creo que nuestros nombres
volvían a pronunciarse con iniciales
invocando la celebración
y volviendo a las dinámicas cómodas de antaño
no por viciadas, sino por naturales, cotidianas.
Soñé que ese tiempo era verano
y aunque EL VERANO ya fuese,
de alguna manera, ya no lo recuerdo
y entierro eso tras mil capas amortiguadas
que queman si las toco o las invoco.
Ahora trato de asomarme a la superficie
y como si tomara una fuente en llamas,
uso guantes por si acaso.
Y aunque sé que cuando metes algo al horno
se acabó, ya no hay remedio,
yo lanzo esta cosa experiencial
que antes tanto cuestionaba.
Ahora, el verbo vehicula la ausencia
y extrae el aire que se acumula
como una pajita incrustada en un lugar necesario
tras una pequeña incisión.
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